Los consumidores valoran los artículos hechos a mano y están dispuestos a pagar más si se adaptan a sus gustos… Estas 4 empresas son un ejemplo de ello.

Emplazado en pleno Barrio de las Letras de Madrid, se encuentra Oficio Studio , un taller de marroquinería montado hace seis años por la mexicana Melina Carranza (38 años) y el español David Iglesias (47). Aunque el estudio cuenta con un pequeño espacio de showroom donde muestran sus piezas y atienden a curiosos y visitantes, prácticamente todas las ventas las realizan a través de internet y lo hacen a cualquier parte del mundo. A título anecdótico, cuenta Melina que, en una ocasión recibieron un pedido de un bolso en Nueva Zelanda y que, a la semana, les llegó otro del mismo barrio, y otro unos días después. Es decir, que a ellos los que les funciona es el boca a oreja porque entrar en batallas ‘black friday” o invertir en marketing online, prácticamente cero. Eso sí, cuidan mucho la página web que diseñó la misma Melina y la comunicación en redes sociales, “de lo contrario, es como si no existieras”.

La historia de cómo surge la empresa la cuentan ellos mismos en la web. El encuentro casual entre una arquitecta decepcionada con los estudios que había elegido y un artesano tradicional en la marroquinería que había cambiado el oficio por el de la reparación de bicicletas porque, dueño ya de una fábrica de bolsos, quería bajarse de la frenética rueda de la industrialización. Melina le animó a recuperar el oficio y entre ambos constituyeron una comunidad de bienes donde, a día de hoy, siguen trabajando los dos solos.

“No queremos crecer” es una de esas frases atípicas de las que se escriben en esta web. Luego ya matiza Melina: “bueno, me refiero a volumen de producción, pero sí en calidad y prestigio”. Y hacia ese camino se orientan.

Con un ticket medio que oscila entre los 150 y los 200 euros, la producción de Oficio Studio es limitada, alrededor de 20 bolsos a la semana. Es necesario que así sea para preservar los cánones de calidad que rigen en la compañía. Bolsos únicos muy mimados elaborados a base de cuero artesanal de curtición vegetal. Para los profanos en la materia aclara Melina Carranza: “actualmente, el 90% de la producción mundial de piel, se curte con plomo, que es un material pesado y contaminante que termina en el mar. Se usa porque acorta siete veces el tiempo de curtición. Sin embargo, en la curtición vegetal se emplea corteza de árbol y aceites vegetales. Ese es el proceso artesanal que hemos elegido nosotros”.

Además de la venta directa de bolsos a través de internet, como vía de ingresos adicional, trabajan a pequeña escala para otras grandes compañías que producen al estilo factoría pero quieren también ofrecer productos personalizados o artesanos de calidad. Un ejemplo es el acuerdo que acaban de suscribir con Sebago.

THE CONCRETE: ROPA READY TO WEAR A MEDIDA Y EXCLUSIVA

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Fernando García de la Calera (36) empezó haciéndose conocido en Madrid a raíz de abrir una tienda en el barrio de Tribunal, donde vendía vaqueros a medida que él mismo diseñaba y confeccionaba. Antes había trabajado como diseñador, pero la crisis le obligó a reinventarse. Bueno, no tuvo que hacerlo demasiado porque ya desde pequeño la había gustado la sastrería, un arte que practicaba cosiéndole lo pantalones a sus muñecos. Luego ya se formó como sastre profesional en el taller de Gabriel Besa, cerró el anterior y abrió un nuevo negocio, esta vez en el Barrio de las Letras y compartiéndolo con su mujer. El negocio es The concrete , un establecimiento de moda con el que persigue crear marca gracias a la peculiaridad de sus diseños y materiales. Pero sin industrializarse, que Fernando García de la Calera se ha acostumbrado a trabajar bajo demanda, sin necesidad de gestionar stocks.

Para atender los encargos, dispone en la parte baja del edificio de su propio taller de costura, en el que tiene contratadas a dos profesionales y él mismo, que se encarga más de la confección. Empezó vendiendo primero solo en la tienda física y, poco después, decidió montar el ecommerce aunque dice que, por el momento, le resulta más rentable la tienda física, “pero porque el ecommerce todavía no lo trabajamos al 100%” . Lo que sí le permite el canal online es vender en cualquier parte del mundo, “mucho en Australia”.

Se mueve en lo que denominan ready to wear, a medio camino entre el prêt-à-porter y la alta costura. Las prendas las fabrican a demanda y a medida siguiendo un proceso artesanal. Las telas, de calidad y peculiares, también son limitadas de manera que de un retal, igual salen solo 10 unidades de pantalón, algo que los hacen exclusivos e irrepetibles. En cuanto al estilo, suelen ser prendas atemporales, cómodas y con materiales de calidad de todo tipo, desde telas vaqueras hasta lanas, sedas, lino…, un concepto que algunos han definido de Rugged Tailoring. El ticket medio va de 140 a 200 euros. También colaboran de vez en cuando con grandes firmas interesadas en ampliar su muestrario.

JAVIER SÁNCHEZ MEDINA: TROFEOS DE ESPARTO

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Javier S. Medina es un artesano y restaurador nacido en Extremadura pero afincado en Madrid, donde tiene el taller en el que elabora curiosos artículos de esparto, desde espejos hasta cabezas de animales, a los que ha bautizado con el nombre de ‘trofeos ecológicos’. El aprendizaje fue autodidacta y todo lo hace a mano con materiales ecológicos como mimbre, bambú o fibra.

Sin embargo, más que trabajar el ecommerce, Sánchez Medina se postula en las redes, hasta el punto de haber ascendido ya a la categoría de influencer gracias, sobre todo, al cultivo de la imagen de marca y personal en instagram, donde cuenta con 18.8K de seguidores.

También se le ha relacionado en ocasiones con alguna celebrity, como el caso de Sarah Jessica Parker, de quien se cuenta que, en un viaje a Madrid, descubrió este taller tan cañí compartiendo su hallazgo en las redes sociales. Se cuenta también que “su buen hacer llegó a oídos del famoso interiorista estadounidense Nate Berkus, quien le invitó a la feria anual de diseño de Beverly Hills (California)” y que, gracias a ello, empezaron a lloverle pedidos internacionales. Ahora, la mayoría de sus ventas son online.

Si no le entretienen mucho en el taller, dice que suele emplear entre uno o dos días en la elaboración de una cabeza (de toro, rinoceronte, ciervo, reno o búfalo), el artículo más demandado y cuyo precio varía entre los 75 y 150 euros.

EL MOSAÍSTA: SUELOS MODERNISTAS

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Hijo de Antonio Alvarado, a Iván Alvarado (44) no le ha quedado otro remedio que estar siempre muy vinculado al mundo de la moda, pero a él, personalmente, nunca le atrajo. Sí le sedujo, sin embargo, el diseño y la creatividad y esos fueron los pasos que siguió en su carrera profesional orientándose, sobre todo al diseño gráfico y al interiorismo. Otra cosa cosa le había llamado la atención desde muy pequeño: las baldosas hidráulicas utilizadas hace unos años en numerosas viviendas de la zona del Levante español, con gran tradición modernista y de donde él nació. Quién le iba a decir que, años después, éstas representarían su oportunidad de negocio.

Actualmente, Iván Alvarado es el fundador de Mosaísta, una fábrica de baldosas hidráulicas y mosaicos. Lo hace con una técnica artesanal que se remonta a 1860: la prensa hidráulica. Con el paso del tiempo ésta técnica se fue arrinconando a favor de otros materiales de producción industrial y mucho más económicos. Para aprender la técnica, Alvarado tuvo que irse a Menorca, donde estuvo un tiempo en el taller de Miguel Andrade, uno de los pocos maestros el oficio que quedan en España.

“Los mosaístas nos dedicamos al diseño, restauración y reproducción de mosaicos hidráulicos tradicionales”, explica. Pero él, además de intentar preservar el oficio, ha sido capaz ponerlo en valor y convertirlo en tendencia. El primer taller que montó fue un pequeño establecimiento en el campo, donde habitaba “una pequeña casita de madera”. Aquí se dedicó a hacer todo el proceso de prueba y error hasta perfeccionar el arte. Montó luego una página web y es lo que, dice, salvó su negocio, sobre todo por el interés que despierta su trabajo en el extranjero. “De no haber sido por internet, el oficio del mosaísta se habría extinguido ya”, afirma categórico.

Y eso que a él internet le ha valido más para darse a conocer que para aumentar las ventas porque, en su caso, no tiene sentido montar un ecommerce. El sistema de producción es bastante limitado. Además de fabricar las baldosas una a una, luego hacen falta 20 días para el fraguado de las mismas por lo que tampoco puede acortar el plazo de entrega de los pedidos. Así que ahora lo vende prácticamente todo en su propia tienda, también en el Barrio de las Letras, y en algún otro punto de venta con los que ha alcanzado un acuerdo. Además, para preservar el oficio, en el taller se imparten cursos donde se enseñan todas las técnicas artesanales del mosaico hidráulico.

Fuente: Emprendedores

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